Desde un punto de vista pedagógico, el trabajo manual y la agilidad en los dedos facilitan un pensamiento flexible así como comprensión y tolerancia hacia las situaciones complejas de la vida.
La actividad rítmica y repetitiva de tejer es calmante y nos hace entrar en un estado de meditación. Las niñas y los niños mantienen las agujas en ambas manos, asignando a cada mano su respectiva actividad, estableciendo la lateralidad y logrando desde el principio un grado de control sobre su voluntad.
El poder de concentración se transforma en el despertar, de hecho, no existe otra actividad realizada por las niñas y los niños de seis y siete años de edad que pueda generar este nivel de atención. Todo esto ayuda a la concentración, logrando fortalecer “la voluntad de aprender a pensar”. Esta habilidad es la que permitirá lograr la capacidad de resolución de problemas en años posteriores.
Recientes investigaciones neurológicas confirman que la movilidad y la destreza en la motricidad fina, sobre todo en la mano, estimulan el desarrollo celular en el cerebro y refuerzan la base física del pensar.
Gracias a su habilidad con las agujas y la lana de oveja, están confeccionando animales de punto y la funda de su flauta.