LA NIÑA Y SU FAROL (Cuento tradicional alemán)
Había una vez, una niña que llevaba su brillante farol y cantaba alegremente. —Yo voy con mi farol y mi farolito conmigo; arriba brillan las estrellas y abajo, brillamos nosotros.
Entonces llegó el viento silbando y la lucecita apagando.
—¡Oh! —exclamó la niña—. ¿Quién encenderá mi farol? Pero por mucho que buscó, nadie apareció.
¿Qué es eso que tanto gruñe? ¡Es el amigo oso! —Querido amigo oso, el viento apagó mi farol.
¿No sabes de alguien que pueda encendérmelo?
—No te puedo contestar, tienes otros a quienes preguntar.
Debo ir a descansar —dijo el oso.
¿Qué es lo que se desliza por la hierba? ¡Es un listo y astuto zorro!
—¿Me podría ayudar a encender mi farolito? —pidió la niña. El zorro respondió: —De aquí te tienes que marchar, a tu casa tienes que llegar.
Debo deslizarme y observar, pronto un ratón quiero cazar.
La niña se sentó en una piedra y llorando dijo:
—¿Nadie me quiere ayudar?
Las estrellas la oyeron y desde el cielo le dijeron:
—Al Sol debes preguntar. Él te puede contestar.
Al amanecer, llegó a la casita de una hilandera.
La niña abrió la puerta y preguntó:
—¿Sabes el camino hacia el Sol?
—Tengo que trabajar —dijo la hilandera—. Hilos finos tengo que hilar.
No te puedo explicar ni tampoco acompañar.
Y muy triste, la niña caminó y caminó bajo el Sol.
Al mediodía, llegó a la casa de un zapatero.
—Buenos días, querido zapatero. ¿Conoces el camino que lleva al Sol?
Y el zapatero respondió:
—Muchos zapatos hay que arreglar. No hay tiempo para reposar.
No te puedo explicar ni tampoco acompañar.
Y muy triste, la niña caminó y caminó bajo el Sol.
Al atardecer, llegó a un monte muy alto.
¿Vivirá el Sol allá arriba? Pero tampoco lo encontró.
Y cansada de tanto andar, cerró los ojos y se quedó dormida.
El Sol había visto a la niña desde hacía tiempo,
y mientras ella dormía, se inclinó y encendió su farol. Entonces, la niña se despertó y exclamó:
—¡Oh! Mi farol brilla de nuevo.
Y levantándose, se puso alegremente en camino. Caminando y alumbrando, llegó a la casa del zapatero. El zapatero estaba triste en su cuartito.
—Se apagó la lumbre, mis manos están tiesas de frío y no puedo arreglar zapatos —le dijo.
—Yo te encenderé de nuevo la luz —dijo la farolera.
El zapatero calentó sus manos y siguió martilleando y cosiendo. Caminando y alumbrando, llegó a la casa de la hilandera.
—Mi luz se apagó —dijo la anciana—. Ya no puedo seguir hilando. —Yo te encenderé de nuevo la luz —dijo la niña alegremente.
El cuarto se iluminó y la hilandera siguió hilando finos hilos. Caminando y alumbrando, llegó la niña de vuelta al bosque. Todos los animales se despertaron por el resplandor. El zorrito husmeó y miró la luz con mucha curiosidad. El oso gruñó y se acurrucó en su cueva de invierno. La niña se fue alegremente a casa cantando: —Yo voy con mi farol y mi farolito conmigo; arriba brillan las estrellas y abajo brillamos nosotros…