Es en la adolescencia cuando se sientan las bases para la formación del Pensamiento Libre, entendiéndose como tal la capacidad humana de generar ideas y pensamientos propios, fruto de la reelaboración de experiencias, emociones y pensamientos.

Existen unas cualidades que se desarrollan en la etapa de la adolescencia que posibilitan este desarrollo:
-necesidad de comprobar y confrontar lo recibido por los adultos (principio de oposición o rebeldía)
-nacimiento de una necesidad introspectiva.

Ambas cualidades a desarrollar se ponen en peligro en una sociedad ruidosa, de pensamiento globalizado donde la información vuela, se comparte y no se comprueba. También la hiperconectividad, el estar siempre disponible a través de las tecnologías de comunicación dificulta la elaboración de las propias ideas.

La necesidad de innovar a través de un conocimiento auténtico de sí mismo y del mundo puede ser el principal motor, la necesidad real de una sociedad que pretende ser mantenida en un estado “adolescente” en su forma peyorativa; cuando las auténticas fuerzas de la adolescencia residen en una llama viva que puede iluminar y dar calor a nuestras acciones, sensibilidad y pensamiento, las de un espíritu investigador, creador e integrador.

Debemos potenciar la escucha y la búsqueda de la propia voz, el percibir al otro y por ende a uno mismo. Esta exploración puede hacerse de la mano del canto coral, el recitado y el teatro, formas artísticas que integran la respiración individual-grupal, donde el individuo se manifiesta como entidad sin perderse en la masa, aportando su brillo especial al conjunto.