El jueves 15 de febrero tuvimos el honor de abrirle las puertas de nuestra comunidad a Hernán Melana, quien compartió un tiempo y un espacio llenos de sabiduría, de autenticidad, de humildad y de amor a la educación.

Hernán, filósofo, pedagogo y escritor, partía del siguiente diagnóstico: en el actual contexto social donde las redes sociales han ido reemplazando los espacios en los que tradicionalmente se daba el encuentro humano, el problema más acuciante de este mundo, convertido en pantalla, es la enorme cantidad de conflictos de relaciones que se dan a pequeña y gran escala. Esta cuestión es la gran tarea pendiente que la escuela debería abordar.

Más aún si en las autodenominadas redes sociales no se están dando las condiciones óptimas para el desarrollo de una sana socialización. Por ejemplo, dentro de estas no se construye una comunidad donde se respete la intimidad individual, ya que hay un estar mostrándose constantemente a los demás para que los demás valoren esa imagen que se muestra. De alguna manera, aquello que debería ser privado está en continua exposición a la espera de aprobación externa y, además, la formación de la identidad está dependiendo como nunca antes del juicio del otro, en vez de provenir de nuestra interioridad, de la verdad interna que nos constituye.

Ante este novedoso panorama que adopta la realidad del siglo XXI, la escuela ha de replantearse cómo va a desempeñar su labor educativa, especialmente a lo largo del tercer septenio (entre los 14 y los 21 años), que es la fase más importante para la formación de la personalidad, donde el despliegue de las relaciones sociales son fundamentales para dicha formación y, por lo tanto, la incidencia de las redes sociales afecta más.

Entonces, ¿cómo la escuela puede ayudar a estos jóvenes a que construyan su intimidad en una época en la que parece que lo esencial ya no es invisible a los ojos?

Para dar una respuesta a esta cuestión, Hernán Melana propone constituir espacios alternativos de socialización para los jóvenes. Un lugar donde se dé el encuentro de lo humano y donde puedan manifestarse relaciones sociales auténticas creadas entre iguales, de persona a persona, con la escucha atenta y la empatía. Un lugar autogestionado donde cada joven puede explorar su propia verdad, desarrollar la autonomía, la confianza en sus propias posibilidades, la libertad responsable y la capacidad de decisión. Un lugar sin pantallas, sin humo y sin alcohol, donde los jóvenes pueden sacar a la luz las infinitas fuerzas que habitan su ser. 

Este es el mensaje que Hernán Melana venía a entregarnos y que nuestra comunidad de aprendizaje ha recibido con profundo agradecimiento, compartiendo su misma búsqueda inagotable, dentro de este mundo en incesante transformación, por encontrar más maneras de continuar nutriendo integralmente todos los aspectos del ser humano en cada niña, niño y joven que acompañamos en su camino a diario.