Las niñas y los niños viven en un ritmo de vigilia y sueño, de aprender y olvidar. En la escuela, al elaborar la distribución de las actividades se tiene en cuenta el momento evolutivo, el ritmo diurno y el ciclo del año. De esta forma, el arte de educar adquiere particularidades metódicas de entre las cuales podríamos señalar algunas:
• se tiene en cuenta el ritmo del día
• el aprendizaje por periodos pedagógicos intensifica la concentración
• las prácticas artísticas educan la voluntad
Durante las primeras horas de la mañana se tiene más capacidad para las actividades intelectivas, por eso la jornada escolar empieza con las actividades que son más exigentes; con la parte intelectual, con el pensar y comprender. Todas las mañanas, durante 3 o 4 semanas consecutivas, se desarrolla el mismo tema durante la primera franja horaria, de 8.30h. a 10.30h.
A continuación siguen las actividades que exigen una repetición rítmica y aquellas que son más volitivas, como la música, las manualidades, el huerto, las actividades de servicio a la comunidad, los talleres artísticos.
La jornada escolar se estructura en función de las necesidades del momento evolutivo y el ritmo natural del día. Este ritmo oscila entre captar y vivenciar por un lado y realizar y crear por otro, un gran ritmo de inspiración y espiración.