La humanidad necesitó milenios para desarrollar la escritura. De ser simple anotación figurativa pasó a ser silábica, hasta llegar a la abstracción extrema de ser puramente fonética. Los jeroglíficos egipcios ilustran esta lenta evolución.
Para realizar el pasaje desde la imaginación figurativa de las niñas y los niños a la abstracción intelectual de la escritura moderna, el maestro recorre un camino semejante.
En la introducción de las consonantes, comenzará contando un cuento, teniendo como figura central un personaje o un elemento, cuyo nombre tenga como primera letra la consonante en cuestión. Como siempre, los niños querrán dibujar el cuento.
El maestro lo dibujará primero, en la pizarra, dando un lugar destacado al personaje o elemento en cuestión, con una forma que recuerde la consonante. Por ejemplo, una línea aserrada para la «M» de montaña, o un perfil de un rey para la letra «R» (en letras mayúsculas).
Al día siguiente, el cuento vuelve a ser contado, así como el dibujo, pero esta vez, la forma de la línea se aproximará más a la forma de la consonante. Esto se repite varias veces hasta que la «M» o la «R», respectivamente sean conocidas por los alumnos como las letras de la montaña o del rey. Al mismo tiempo se pronuncian sus fonemas «mmmmmmm» y «rrrrrrr».
De este modo se realiza la transición de la imagen al símbolo, eliminando el choque con el signo abstracto.
Algo parecido se hace con las vocales.
Los alumnos aprenden los gestos relacionados con los sentimientos. «¡Ah!» expresa, por ejemplo, el sentimiento de admiración, de veneración y le corresponde un gesto de abrir los brazos. En este caso no se imita un objeto del mundo exterior, sino que la propia figura humana transfigurada en la imagen de un «ser de la A» que conduce lentamente a la forma de la «A» mayúscula.
El momento que culmina en un sentimiento de admiración es reiterado; la «A» como fonema, es pronunciada en coro, al mismo tiempo, que los niños y el maestro pasan de su gesto al dibujo del ángel «A» y, de ahí, a la letra.
Poco a poco, palabras muy simples, son formadas y escritas: montaña, rey, y finalmente, frases cortas y pequeños relatos, embellecen los cuadernos con las ceras de colores. De esta forma, al final del primer año escolar los niños ya saben escribir con letras mayúsculas.
¿Y la lectura?
Lo que sucede naturalmente es que las niñas y los niños, después de un determinado tiempo, reconocen lo que escriben y, enseguida, en un ambiente alegre y vivo, adivinan palabras o textos que el profesor escribe en la pizarra.
El propio interés de las niñas y los niños despertó; de forma autónoma, intentarán descifrar palabras que encuentren a su alrededor.
El proceso puede tomar más tiempo pero el resultado es el mismo, viviendo un número infinito de bellos cuentos y realizando un número igualmente grande de dibujos y pinturas donde pueden exteriorizar toda su imaginación.